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La revolución urbana del siglo XXI

El modelo actual de gestión de las ciudades tiene los días contados. Frente a la última moda europea de grandes urbes dispersas, volverá a imponerse un sistema de concentración más eficiente basado en la tecnología.

Las ciudades, al igual que las multinacionales, evolucionan, de forma que, si no se gestionan correctamente, pueden llegar a desaparecer. Encontrar un modelo sostenible y eficaz para sus trabajadores –los ciudadanos– es esencial para garantizar el futuro de las urbes del siglo XXI, que, gracias a las nuevas tecnologías, vivirán una auténtica revolución en las próximas décadas.

Gildo Seisdedos, director del Foro de Gestión Urbana del Instituto de Empresa (IE) y autor de Cómo gestionar las ciudades del siglo XXI, analiza estos entornos y los de retos de futuro que protagonizarán una auténtica revolución urbana.

Universia-Knowledge@Wharton: ¿Qué es la tercera revolución urbana?
Gildo Seisdedos: La tercera revolución urbana está llamada a marcar el siglo XXI como principal fenómeno social: es el proceso de urbanización de la humanidad. Un proceso que culmina en 2008 con más de la mitad de la población mundial viviendo en ciudades, con una humanidad urbana por primera vez en la historia.

Y un proceso que se va a acelerar en las décadas venideras, con especial incidencia en los países en vías de desarrollo. Los desafíos derivados de la fulgurante urbanización de nuestro planeta son, sin duda, los nuevos desafíos de la especie humana.

Hay dinámicas desalentadoras, como la pérdida de control de las ciudades sobre su propio desarrollo, cuyo principal exponente es el urban sprawl (desarrollo de suburbios de baja densidad).

Pero también hay importantes bazas a jugar: la tecnología y el enorme potencial de la capacidad de gestión empresarial que se está poniendo, poco a poco, al servicio de la tarea de gestionar las ciudades. Desde el Foro de Gestión Urbana del IE hemos podido comprobar, en la práctica, el enorme potencial de la colaboración entre empresas y gestores públicos en numerosas ciudades europeas y latinoamericanas: la ciudad se beneficia de la capacidad de gestión empresarial y las firmas, de un sector de primera magnitud económica y gran crecimiento.

Otra buena prueba de ello es que, hoy en día, las empresas constructoras tratan de evolucionar a este concepto, muchas veces de manera inconsciente, y convertirse en compañías de gestión urbana.

UK@W.: ¿Existe un modelo de ciudad sostenible?
G.S.: Las ciudades actuales son claramente insostenibles y eso es un grave problema en la medida en que las ciudades albergan en Europa ya a un 80% de la población. El protocolo de Kioto es muy duro con las industrias pero, hoy por hoy, nuestra gran asignatura pendiente son las llamadas emisiones difusas, que son principalmente las derivadas del confort térmico y el transporte.

Las ciudades son responsables del 75% de las emisiones de CO2. Lo mismo podríamos decir del agua o la energía. Nuestras ciudades generan productos e ideas, pero lo hacen de manera tremendamente ineficiente en términos de sostenibilidad.

UK@W.: ¿Cuál es el nuevo modelo de ciudad que se está imponiendo?
G.S.: Tristemente, el modelo de ciudad que se está imponiendo es el de la ciudad de baja densidad, el de la ciudad difusa y el urban sprawl. Queremos vivir en el campo dentro de la ciudad y acabamos viviendo en algo que no es ciudad ni campo. No es ciudad porque la baja densidad impide la masa crítica necesaria para la interacción social, el comercio de proximidad o el transporte público. Además, este modelo es muy intensivo en consumo de suelo e invade las áreas naturales.

Curiosamente, EEUU, que fue el país que creó este modelo, cuyo máximo exponente es Los Ángeles, está comprobando sus efectos adversos, no sólo en sostenibilidad sino también en deterioro de eficiencia asociado a una mayor congestión y en inseguridad derivada de procesos de zonificación.

Están volviendo al modelo de ciudad mediterránea, al modelo de ciudad compacta y con mezcla de usos mientras nosotros estamos en pleno apogeo de la fiebre del adosado. El mismo efecto péndulo que ocurrió con, por ejemplo, la dieta mediterránea y el fast food.

UK@W.: ¿Cuáles son los primeros pasos que tienen que dar las grandes ciudades para cambiar su modelo de gestión?
G.S.: En primer lugar, ser conscientes de que ya no tienen reservado un lugar bajo el sol por derecho propio. La globalización ha terminado con el rígido sistema de jerarquías urbanas que teníamos hace dos décadas. Hoy en día, las ciudades compiten entre ellas de manera rabiosa por atraer ciudadanos de talento, visitantes e inversiones. Ya no cabe esperar a que los escalones territoriales superiores (región o estado) hagan este trabajo por mí.

Las ciudades son hoy los principales responsables para bien y para mal de su propio desarrollo. Un desarrollo que es, cada vez más, el mejor termómetro de su capacidad de gestión.

En segundo lugar, colaborar de manera decidida con el sector privado. El principal activo de una ciudad son los ciudadanos… y las empresas que están radicadas en ella, ya que son socios altamente interesados en que esta ciudad sea competitiva. La buena noticia es que esa competitividad está cada vez más ligada a calidad de vida y cohesión social. Explorar sinergias y abandonar recelos es clave.

UK@W.: ¿Qué papel juegan las nuevas tecnologías en este nuevo sistema de gestión?
G.S.: Fundamental, ya que estamos asistiendo a una nueva revolución tecnológica y siempre han llevado aparejadas cambios en la forma de vivir y, por ende, en las ciudades.

Si la revolución industrial fue la que derribó las murallas de las ciudades medievales, las tecnologías terminarán con un modelo en el que los trabajadores van a la oficina desde su casa en automóvil por autopistas saturadas. Evolucionamos a un modelo en el que el trabajo va a casa por las autopistas de la información. A un nuevo modelo productivo basado en redes que incidirá sobre la necesidad de las ciudades de, no sólo competir, sino también cooperar con otras.

Ya lo estamos viendo en zonas como Centrope (región transfronteriza de Austria, República Checa, Hungría y Eslovaquia) u Oresund (las ciudades de Copenhague, en Dinamarca, y Malmö, en Suecia), que transcienden límites nacionales en busca de la cooperación interurbana.

UK@W.: ¿Qué relación se establece entre la ciudad del siglo XXI y la nación/país del siglo XXI?
G.S.: Sin duda, la tendencia avanza una mayor autonomía, hasta el punto de que se habla de una nueva era de las ciudades, de la llegada de una nueva Edad Media… y de una crisis de los estados-nación clásicos, demasiado pequeños para los grandes problemas y demasiado grandes para abordar otros como el empleo, la vivienda, la seguridad o la sanidad. Es el principio de subsidiariedad europeo.

Hoy en día, las ciudades son los principales motores de desarrollo económico de los países. Por poner un ejemplo, Buenos Aires supone el 60% de la economía argentina. En este entorno, los estados que quieran ser prósperos deben mimar a sus ciudades y “urbanizar” sus políticas nacionales. Esta tendencia ya la estamos viendo en muchos países.

03/09/2007  Expansión (Expansión)

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