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Luis Fernández-Galiano participa en los actos del «Día mundial de la arquitectura» en Oviedo: «En las últimas décadas, quizás hemos sabido hacer edificios, pero no construir ciudades»

200810bodaamigatineoobrasarquitecto-103.jpgEl arquitecto Luis Fernández-Galiano -en la imagen con el autor del blog- ofreció ayer por la tarde una conferencia con motivo del «Día mundial de la arquitectura», invitado por el Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias en su nueva sede, obra del también arquitecto César Ruiz Larrea. Luis Fernández-Galiano, uno de los grandes teóricos de esta disciplina, y director de la extraordinaria revista arquitecturaviva,  habló de su relación con la sociedad y sus retos en este siglo. Fernández-Galiano considera que la arquitectura tiene una deuda con la sostenibilidad y que «en las últimas décadas, quizás hemos sabido hacer edificios, pero no construir ciudades».

Arquitecto, catedrático de Proyectos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid y director de las revistas «Arquitectura Viva» y «AV Monografías».

Colaborador con universidades de varios países, ha sido jurado de numerosos premios internacionales y ha comisariado exposiciones como «El espacio privado», en Madrid, y «Eurasia extrema», en Tokio.

Entre sus publicaciones figuran «La quimera moderna», «El fuego y la memoria» y «Spain Builds» (en colaboración con el Moma). y entre sus frases durante la conferencia, que tenemos vínculos  para refrendarlas cabría reseñar:

»La ciudad moderna crece como un virus».

Es la economía ecologístas.

Celebración de la ciudad. Magnifico artículo que comienza: «El clima es el problema, la ciudad la solución. Así podría resumirse el espíritu del más ambicioso programa urbano de eficacia energética lanzado en Estados Unidos. Promovido por la ciudad de Cambridge, en Massachusetts -sede de universidades como Harvard o MIT-, el plan parte de la premisa que de “muchos de los más difíciles desafíos medioambientales del planeta pueden ser abordados y resueltos por las ciudades”. Sus impulsores, Douglas Foy y Robert Healy, defienden en el Herald Tribune que, frente a la visión convencional que asocia sostenibilidad y naturaleza, la ciudad densa es más verde que la construcción dispersa, porque es más eficaz en el uso de la energía, el agua y el territorio: la ciudad de Nueva York consume menos energía per cápita que cualquier Estado de la Unión»…

La arquitectura es, por definición, pública. No puede entenderse sólo en términos formales de cubos o cilindros, texturas, colores. Para mí, entender la arquitectura sin su dimensión política es absurdo”, Ver aquí la entrevista en radiaciones, basada en otra en El Viejo Topo.

– Es mejor tener un cluster de edificios en altura, que generen urbanidad y cohesión, dentro del campo, que no lo que yo llamo la babel horizontal: la extensión urbana en forma de mancha de aceite. La originalidad del proyecto de Nouvel, en el que ha colaborado el sociólogo José Miguel Iribas, es la misma idea que latía en el proyecto de Benidorm: es preferible tener edificios en altura rodeados de campo a que toda la costa se invada de chalés. Y esta es la misma idea que está proponiendo Nouvel en Castilla-La Mancha. Ver en este vínculo la segunda parte de la entrevista.

En » El Día Mundial de la Arquitectura» concedió algunas entrevistas,  aquí una publicada en «La voz de Asturias» de la que tenemos autorización para vincular.

Seguimos con entrevistas:

-¿Cómo deben crecer las ciudades? ¿Cuál es el modelo más racional?

-A través de la continuidad, no con urbanizaciones dispersas, sino con barrios adheridos a la ciudad existente. Es preferible compactar. Ese modelo de ciudad mancha de aceite consume mucho territorio, mucho suelo, mucha energía y mucha agua. Hay que intentar reducir al máximo esa dispersión.

-¿Y qué se hace con la mancha de aceite ya derramada?

-El urbanismo es algo que heredamos. Pero lo que sí se puede hacer es no seguir diseñando ciudades dispersas, sino construir de forma más apretada y densa. Algunas urbanizaciones que tienen una conexión con ferrocarril con el centro urbano pueden ser razonablemente sostenibles, pero siempre que evitemos el uso del coche para todo. Creo que el urbanismo disperso que ya existe se irá reciclando por sí mismo, al ser cada vez más costoso. Más y más gente tenderá a regresar al corazón de las ciudades. Pero son ciclos. Y creo que ahora asistimos a un retorno del campo a la ciudad. En Estados Unidos, los centros de las ciudades se quedaron deshabitados, manteniéndose casi exclusivamente como zonas de negocio, de trabajo. Pero en los últimos diez años se está produciendo un retorno, y eso es un fenómeno nuevo.

-Los espacios urbanos se uniformizan, se igualan. ¿Cuál será entonces el elemento diferencial de las ciudades?

-En este momento, el elemento diferencial son los cascos históricos. Es cierto que al ver una fotografía de una urbanización es difícil saber si está en las afueras de Oviedo o en las de Pekín. Pero, en cambio, el casco histórico de Oviedo, igual que el de Pekín, es inconfundible.

-¿Debemos entonces preservar cuidadosamente esos espacios?

-Sí, son núcleos de memoria e identidad que necesitan nuestra atención. Es cierto que a veces se convierten en un entorno comercial y de turismo y pierden su función residencial. Pero hay que hacer el esfuerzo de mantenerlos habitados, pese a sus objetivas incomodidades, porque eso es muy positivo para toda la ciudad.

-En Oviedo vivimos recientemente un debate sobre la edificación en altura, rechazándose al final el proyecto de tres rascacielos. ¿Qué opina?

-No soy enemigo de los rascacielos, en general. Pero en entornos de especial valor histórico pueden ser dañinos. Por sí solos no son censurables, pero hay que ver dónde se ponen.

-En los barrios se sustituyen las plazas y los espacios públicos por centros comerciales. ¿Esto es bueno, es malo o es simplemente inevitable?

-Es cierto que ahora la gente se encuentra en los aeropuertos, las estaciones o haciendo la compra. Hemos perdido algo muy hermoso, el tejido urbano de las calles y las plazas como espacio de encuentro. Pero es algo que no podamos más que constatar. Lo que debemos hacer es cuidar los espacios públicos para que sean atrayentes, que estén limpios, que estén cuidados.

-¿Cree en el edificio como dinamizador económico? s el ejemplo más evidente sea el Guggenheim de Bilbao.

-En Bilbao lo ha sido. Y en otras ocasiones también. Edificios de gran singularidad, como los olímpicos de Pekín, tienen un efecto muy positivo en las ciudades donde se ubican. A veces, la arquitectura puede regenerar la ciudad. Todo depende de la proporción, porque las cosas tienen que tener su escala y no podemos tener un Guggenheim en cada barrio. Creo que hemos vivido un tiempo muy bueno para la arquitectura y no tan bueno para las ciudades, que han perdido una parte importante de su calidad estética.

-Parece contradictorio.

-No lo es tanto. Se han construido edificios bellísimos, pero no siempre han tenido capacidad de regenerar la ciudad. Han descuidado la ciudad como proyecto colectivo. s en estas últimas décadas hemos sabido hacer edificios, pero no construir ciudades. En muchas ocasiones, no se ha logrado que el nuevo tejido urbano sea tan bueno, atrayente e interesante como la ciudad tradicional.

-Calatrava hace en Venecia un puente bellísimo en el que los peatones se resbalan. ¿La arquitectura no debe ser útil? ¿Debe atender sólo a la estética?

-Debe conseguir ambas cosas. En ese caso, hubo problemas con unos peldaños de vidrio que el propio arquitecto ha mandado cambiar. Pero es un tema menor y el puente es tan seguro como los restantes de la ciudad. A veces se pide a la arquitectura más de lo que puede dar. Pero creo que es un gran puente y que dentro de poco tiempo los venecianos lo considerarán parte de su patrimonio. En lugares como Venecia, de una belleza tan exacta, querríamos que nada cambiara y la resistencia es mayor, pero dentro de diez años el puente de Calatrava será una de las postales de Venecia, como lo es ahora el de los Suspiros.

-¿Cuál es el reto de la arquitectura en este nuevo siglo?

-Hacer edificios sostenibles, que no contribuyan al calentamiento global y que sean capaces de ser funcionales, eficaces y, si tenemos suerte, hermosos.

-Crítico, investigador y teórico de la arquitectura. ¿Nunca le ha apetecido adentrarse en la práctica?

-Fui arquitecto durante cuatro o cinco años, mientras enseñaba y escribía. Y un día comprendí que no podía hacer todas esas cosas y hacerlas bien, así que abandoné. Pero no lo echo de menos, Simplemente, me especialicé en arquitectura de papel.

-¿Sería un compromiso pedirle el nombre de sus cinco arquitectos favoritos?

-Si hablamos de arquitectos vivos, mencionaría por lo menos a los suizos Herzog y De Meuron, que han hecho cosas como Caixa Forum o el Estadio Olímpico de Pekín, el famoso «nido de pájaro»; el holandés Rem Koolhaas, autor de la Casa da Música de Oporto; el británico Norman Foster y el italiano Renzo Piano. Estos dos últimos, desde una óptica más técnica, y el resto, más experimental. Y la japonesa Kazuyo Sejima está haciendo obras de gran belleza y emoción.

-¿La arquitectura española?

-Parece que presumimos mucho, pero lo cierto es que la arquitectura española goza de un prestigio extraordinario, de un momento muy bueno. Es cierto que el más conocido es Santiago Calatrava, y el más admirado por sus colegas, Rafael Moneo, pero hay una gran cantidad de arquitectos de enorme talento. Luis Moreno Mansilla y Emilio Tuñón, que han hecho el Musac de León; Patxi Mangado y Fuensanta Nieto, y Enrique Sobejano, todos con obras muy destacadas.

-¿Y si tuviese que elegir una época?

-Los arquitectos somos parciales, y hay muchas extraordinarias. s el Renacimiento, que fue un momento genial, pero también el siglo XX. Los años veinte y treinta, la época de las vanguardias, cuando se construyó una relación con la sociedad y la economía muy contundente. Fue entonces cuando se entendió que la arquitectura debía trabajar para todos, para la mayoría. La arquitectura, sobre todo, es un arte público. Se hace en el terreno cívico y es para todos, es un arte colectivo.

-¿Qué hay que celebrar mañana?

-Lo bueno del «Día mundial de la arquitectura» es que sirve para que durante una semana se abran al público muchos edificios que la gente visita habitualmente. Es una fiesta extraordinaria, un acercamiento de la gente a la arquitectura, que no es una disciplina tan accesible como el cine y la literatura. Y creo que estas jornadas son formidables, una plataforma de encuentro que debemos reforzar.

Seguimos con algunos «artículos perlas» de nuestro mejor arquitecto de papel ; a mi entender.

Venecia, leones y quimeras

El sueño del arquitecto.

Volúmenes en vilo.

Vía:http://www.udc.es/etsa/biblioteca/red/prensa1.htm. LNE.es/ unav.es/ Radiaciones.elvarapalo.com

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